Formarse entre sombras: la deuda pendiente con lxs médicxs en formación
- Frida Romay
- 1 may
- 4 Min. de lectura
Autores
Frida Romay Hidalgo, Coordinadora del Colectivo de Médicos en Formación,
y Hassler Macías, Jefe del Programa de Embajadores del Colectivo.

En México, formarse como médicx sigue siendo una de las decisiones más admiradas, pero también una de las más sacrificadas. Detrás de cada bata blanca hay historias marcadas por la precariedad, el abuso normalizado y el silencio institucional. Para hacer frente a estas condiciones, desde enero de 2020 surgió el Colectivo de Médicxs en Formación, una iniciativa impulsada por Nosotrxs por la Democracia A.C. que ha logrado articular a estudiantes de medicina de todo el país (desde el servicio social hasta la residencia) con el objetivo de visibilizar y transformar las realidades que viven durante su formación profesional.
Lejos de ser un espacio únicamente de denuncia, el Colectivo se ha consolidado como una plataforma de diagnóstico, organización y exigencia. A través de acciones como la Encuesta Nacional de Médicxs en Formación, levantada ya en cuatro ediciones consecutivas (2021, 2022, 2023 y 2024), se ha generado un cuerpo de evidencia sólido y acumulativo que permite identificar patrones, brechas y deudas persistentes en el sistema formativo.
La primera encuesta, realizada entre febrero y abril de 2021, permitió un acercamiento integral a las condiciones que enfrentan lxs médicxs en internado, servicio social y residencia. Desde entonces, se han profundizado las dimensiones analizadas y se ha enriquecido la participación nacional. Cada nuevo levantamiento ha reafirmado lo que ya se intuía: las problemáticas que atraviesan a lxs médicxs en formación son complejas, estructurales y multifactoriales.

Una formación plagada de obstáculos
Estudiar medicina en México es una carrera de fondo, pero también de resistencia. Los resultados de la encuesta nacional muestran una serie de condiciones sistémicas que trascienden lo anecdótico y configuran una crisis estructural.
Violencia y acoso: más del 40% del alumnado reportó haber sido víctima de acoso sexual o agresiones durante su formación clínica o universitaria. Las formas más comunes incluyen abuso psicológico, acoso laboral y bullying, tanto por parte de superiores como de compañerxs.
Explotación laboral encubierta: guardias de más de 40 horas cada dos o tres días, ausencia de espacios dignos para descansar, alimentación inadecuada y falta de remuneración suficiente son parte de la cotidianidad. En 2024, más del 85% de lxs residentes reportó este tipo de jornadas extendidas, muchas veces en condiciones físicas y emocionales insostenibles.
Violencia institucional normalizada: las llamadas “guardias de castigo”, la omisión de las autoridades ante denuncias, y la desvinculación entre las universidades y los espacios clínicos, dejan a lxs médicxs en formación en una situación de desamparo. Aunque algunas universidades han creado protocolos de género o contra el acoso, menos del 40% del estudiantado conoce o ha podido acceder a ellos.
Salud mental en crisis: más del 80% ha sido diagnosticado con algún padecimiento de salud mental (principalmente ansiedad o depresión), pero la gran mayoría no recibe atención. El agotamiento emocional, la sensación de fracaso y la falta de recursos institucionales han convertido la salud mental en una deuda estructural.
Desigualdad económica persistente: la mayoría de lxs estudiantes depende económicamente de sus familias para subsistir durante su formación. Las becas públicas, cuando existen, son mínimas e insuficientes (por ejemplo, de 700 pesos mensuales en el servicio social), lo que impide que las y los estudiantes puedan cubrir necesidades básicas sin endeudarse o trabajar en condiciones paralelas a su formación.
Estas condiciones no son accidentales, sino el resultado de un modelo formativo que ha institucionalizado la precariedad bajo la narrativa de la “vocación médica”.

Una historia de silencios y de resistencias
Las jerarquías verticales, el trato punitivo y la exigencia de “aguantar” como parte de la formación profesional son elementos que han perdurado por generaciones. Sin embargo, hay una historia paralela que no debe olvidarse: la de la resistencia colectiva. Desde la huelga de 1964 hasta el movimiento #PorUnaResidenciaDigna en 2019, lxs médicxs en formación han demostrado que cuando se organizan, su voz puede cambiar estructuras.
El Colectivo de Médicxs en Formación retoma esa tradición, pero la transforma. En lugar de esperar ser escuchadxs, ha generado sus propios mecanismos de voz: encuestas, diagnósticos, mesas de diálogo, presencia en medios y procesos de articulación con tomadores de decisión. La inclusión de asociaciones como AMMEF, ANMR, ARHGM, AMMIP y AMMPSS ha permitido construir una agenda común a nivel nacional y por etapas formativas.
Lo que está en juego
México no puede aspirar a un sistema de salud de calidad mientras permite que quienes lo sostendrán mañana se formen en condiciones de violencia, explotación y abandono. Esta es una deuda institucional, legal, presupuestal y ética que el Estado mexicano tiene la obligación de saldar. Las exigencias del Colectivo son claras, legítimas y urgentes:
Reconocimiento legal y laboral de las figuras médicas en formación: hoy en día, internxs, pasantes y residentes se encuentran en una zona gris jurídica. No son plenamente estudiantes ni plenamente trabajadorxs, lo que los deja sin derechos plenos ni protección efectiva. Urge establecer marcos normativos que reconozcan su labor como parte integral del sistema de salud.
Transformación del modelo de guardias: ningún país con aspiraciones de justicia social debería permitir jornadas de 40 horas sin descanso adecuado. Se necesita una reforma estructural al régimen de trabajo en el internado y la residencia, que garantice espacios de recuperación, alimentación balanceada y límites legales a la duración de turnos.

Protocolos obligatorios, accesibles y vinculantes ante violencia: tanto en universidades como en hospitales, deben existir mecanismos eficaces para atender casos de acoso, abuso laboral y violencia institucional. No puede haber impunidad para quienes violentan a quienes se están formando para cuidar.
Salud mental como prioridad formativa: no se puede esperar excelencia académica ni profesional cuando las y los estudiantes están al borde del colapso emocional. Las universidades deben contar con servicios integrales de salud mental gratuitos, confidenciales y accesibles, con presupuesto suficiente.
Participación real en la toma de decisiones: las políticas sobre formación médica no deben definirse sin lxs médicxs en formación. Es necesario garantizar representación estudiantil con voz y voto en espacios como la Comisión Interinstitucional para la Formación de Recursos Humanos en Salud (CIFRHS) y en los órganos internos de las universidades y hospitales sede.
Estas exigencias no son privilegios. Son mínimos de justicia. Son condiciones básicas para formar médicxs que puedan ejercer con ética, salud y humanidad.

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